La verdad hoy es inaccesible: Claudia Piñeiro habla de la ultraderecha, cupo femenino y elpoderpolítico

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– ¿Qué te trajo hasta acá?

– Creo que es un conjunto de cosas, entre las que también influye el azar, pero también la voluntad y el deseo. Yo viví toda mi vida en Burzaco, en la zona sur, en una familia de clase media baja en la que no había artistas ni escritores. Entonces, pensarme escritora era bastante difícil. Así que el camino fue un poco de prueba y error, porque yo escribo desde que sé escribir, pero ser escritora es otra cosa. No todo el mundo se atreve a pensar: “Quiero ser escritor, quiero ser escritora”. Ese fue todo un proceso de ir descartando cosas que no me gustaban tanto, hasta encontrar esto que es lo que realmente me gusta. También un proceso de poder armarlo de alguna manera que sea posible.

Primero estudié en la universidad pública Ciencias Económicas, que era una de las carreras que se podía estudiar en la dictadura. Después ya no me sentía contenta estudiando Ciencias Económicas, y empecé a buscar algún trabajo que me llevara a escribir. Empecé a trabajar en una editorial de revistas, empecé a aprender a escribir guiones y todo eso me pudo traer hasta acá.

– Hoy podés definirte con holgura como escritora, como dramaturga, como guionista de TV. ¿Cómo te definís?

– Yo creo que la palabra escritora abarca todo, pero en mi bio de Twitter dice las tres cosas. También escribo obras de teatro. Hice la carrera de dramaturgia siendo más grande y teniendo mis tres hijos, pero yo diría que soy escritora. Y lo empecé a decir a partir de un día que me fui a registrar a un hotel y en ocupación puse, en vez de contadora pública, escritora. Y dije: “Voy a empezar a poner escritora”. No fue cuando publiqué mi primer libro; pasó un poquito más de tiempo. Me costó decir: “Escritora”.

Claudia Piñeiro en el ciclo ConversacionesRodrigo Nespolo

¿Por qué La muerte ajena y por qué ahora?

– En todos los libros trato de escribir algo muy diferente al anterior. El libro de ficción que precedió a este era El tiempo de las moscas, la continuación de Tuya. Tenía mucho de humor y este es un libro mucho más duro. ¿Por qué esta historia? A mí las historias me aparecen con una imagen disparadora y, en general, no sé de dónde viene esa imagen porque tiene algo de la categoría de los sueños. Vos soñás con algo y no sabés por qué soñaste con eso. Las imágenes que me aparecen para una novela son un poco así. Un día me aparece una imagen, la dejo en la cabeza, que macere, que decante, que me muestre quiénes son esos personajes, los conflictos, y ahí la voy dejando mucho tiempo en la cabeza hasta que empiezo a tirar del hilo y a tratar de ovillar esa madeja toda enredada.

Entro mucho por los personajes. Creo que la novela es una excusa para entender quiénes son esos personajes. Entonces, armando esos personajes se me va definiendo la historia. En este caso, no sé de dónde vino la imagen disparadora. Esta novela apareció muy concomitantemente con un hecho policial que hubo en la Argentina unos años atrás, de una chica brasileña que cayó de un edificio en la Recoleta. Entonces, esto arranca con esa imagen. En realidad, esa imagen se me instaló por esa noticia.

Después, la historia no tiene nada que ver con ese caso, que por ahora no está resuelto, pero a mí me impactó mucho lo de la chica que había venido supuestamente a estudiar a la Argentina, pero que trabajaba también de escort, y que termina cayendo de un edificio, no se sabe bien en qué circunstancias. Y después ver al padre en los canales de televisión, con el dolor de lo que le pasó a la hija, tratando de pedir justicia, pero además con la sorpresa de que su hija también trabajaba de escort. Y esta idea, que tiene que ver con el título, de qué muertes no son ajenas y qué muertes no. Lo que traté de hacer en la novela es sacar esas barreras. Que uno pueda sentir que esa muerte es mucho más cercana de lo que pensamos.

– ¿Cuánto de investigación, de intuición, de imaginación se combinan en La muerte ajena?

– Hay mucho de investigación. Después, cuando pasás a la novela, mucho de lo que investigás no lo ponés porque, a veces, no es pertinente para la historia, pero por supuesto que hay investigación. De leer los diarios también surgen estas cosas, de estar más o menos actualizada con lo que está pasando, de tener una mirada desde el feminismo; aunque parece que ahora todo el mundo quiere correrse del feminismo y yo no me corro, sino que quiero instalarlo.

Yo soy una mujer que, además de todo, soy feminista, y estos temas nos preocupan desde hace mucho. El tema de estos chicos incels apareció en el feminismo hace mucho tiempo. Incels (involuntary celibate), chicos que son célibes involuntariamente; o sea, les cuesta relacionarse con chicas, están mucho en la computadora y, por lo tanto, desarrollan un enojo, una bronca, un desprecio hacia las mujeres y, sobre todo, hacia el feminismo que empoderó a las mujeres. Este tipo de varones están descriptos en textos de mujeres feministas desde hace un montón. Entonces, hay investigación a propósito, pero también hay investigación que fui haciendo a lo largo de estos años por temas que me interesan.

– En la página 184 hay un personaje que se pregunta: “¿A quién le importa la verdad?”. ¿Es la posverdad, acaso, el rasgo distintivo de estos tiempos?

– Creo que la novela trabaja sobre la verdad, pero ante todo, sobre la no verdad. La novela tiene una estructura de tres partes y esas tres partes, podemos decir, son tres puntos de vista. En esta novela hay tres versiones de narrador, lo que se llama en literatura narrador no confiable. Vos leés al primero y decís, “Ah, mirá todo lo que pasó”. Y cuando pasás al segundo decís, “Pero cómo, ¿el primero me estaba mintiendo o me está mintiendo este?”. Y cuando pasás al tercero decís, “Ah, pero me mintieron los dos anteriores o el que me miente es el tercero”. El narrador no confiable es eso, y me parece que replica lo que vivimos hoy permanentemente cuando nos enfrentamos con las noticias, cuando nos enfrentamos con el día a día. Entonces, me parece que lo que lo que está en juego en la novela es si existe esa verdad. Que la verdad hoy es inasible.

– Página 289: “Graduamos el dolor para llegar a la historia que podemos tolerar”. ¿Acaso eso no nos permite seguir adelante tras afrontar situaciones terribles?

– Tengo encima mucho psicoanálisis (risas). A veces, se me va por ahí, pero sí, yo creo que vas al psicólogo a contar cosas, y las vas a contar hasta que la puedas contar de una manera que ya no llores más. Y las vas acomodando, porque la novela que vos tramás de vos misma o de vos mismo tampoco es la verdad. Uno va armando su propia historia para poderla tolerar, y me parece que ahí está la clave para muchos de nosotros. Hay cosas que tenemos que acomodar para seguir para adelante, y eso es parte de la vida.

– ¿Cuán metódica sos? ¿Cuánto tiempo le dedicás a pensar la estructura, el formato, los personajes?

– Como te decía antes, cuando tengo una imagen disparadora aplico una teoría muy darwiniana, si me lo olvido es que no era importante. O sea, lo que queda es porque hay algo ahí. Entonces, esa imagen la dejo, empiezo a pensar en esos personajes, empiezo a entender quiénes son, empiezo a escucharlos, cómo hablan, sus conflictos. Todo esto me lleva mucho tiempo, y ahí todavía no escribo. Recién cuando tengo todo el arranque muy pensado y un posible final, aunque no sepa todo lo que va a pasar en el medio, ahí me pongo a escribir. Y cuando escribo, muchas veces, el final cambia, porque ese final necesita un montón de pasos que, a lo mejor, no son los que después das en la escritura. Pero soy bastante metódica en eso, soy bastante metódica en pensar algunas cosas antes de empezar a escribir.

– ¿Por ejemplo?

– El narrador. De los personajes que están ahí, ¿quién es el más indicado para contar una historia? Pensar quién va a contar esto. Mauricio Kartun –que fue mi maestro de teatro– decía, cuando escribíamos una obra de teatro: “¿En el cuerpo de qué personaje transcurre esta obra?”. Y yo la pienso así, ¿cuál es el cuerpo que más me sirve para que transmita esto que quiero contar? El narrador y la estructura son dos cosas que pienso mucho. La estructura, al principio, la pienso con bastante detalle, aunque no soy de la meticulosidad que puede ser, por ejemplo, José Saramago o Eduardo Sacheri. Yo no trabajo así, con esa meticulosidad. Me dejo llevar un poco más por la escritura, por lo que va apareciendo. Pero sí tengo muy en claro el principio y el final. Sospecho que es ese, después veremos.

Claudia Piñeiro en el ciclo ConversacionesRodrigo Nespolo

– ¿Qué libro, película u obra te marcó para siempre?

– Distintos a lo largo de la vida porque somos lectores de muchos años, pero un libro que me hizo una marca importante fue Relato de un náufrago​ de Gabriel García Márquez. Fue una marca muy importante como escritora y como lectora porque, a veces, no importa tanto el tema que te están contando, sino cómo te lo están contando. Y García Márquez te lo contaba de una manera que era imposible dejar.

– ¿Con quién te gustaría tener una última charla y por qué?

– Con mi mamá nos debíamos algunas charlas más. Mi mamá tuvo Parkinson, que es el cuerpo que yo cuento en Elena sabe, y tenía un gran humor. Hasta el último momento se reía, incluso de su propia enfermedad. Creo que si me juntara con mi mamá para tener una última charla, le podría contar algunas cosas que ella no llegó a ver, pero además me reiría mucho, nos reiríamos mucho. Me dan ganas de tener una charla amorosa y, a su vez, feliz, donde no tenés para decirte reproches ni quejas ni recuerdos tristes, sino reírte con el otro.

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