«Decidir es fácil»: el plan para pasar a la acción de una experta en desarrollo personal

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“Tomar una decisión es fácil”. La frase de Sofía Contreras (36) provoca. ¿Cuánto tiempo rumiamos sobre hacer o no algo? ¿Ya sea desde algo simple como empezar el gimnasio o complejo como dejar a una pareja?

“Lo difícil es accionar. Vos decidís que te tenés que separar. Bueno, ¿cuándo te vas a separar? ¿Por qué? ¿Lo procesaste? Decidir está muy bien, pero en la acción es donde vemos realmente la decisión que tomamos. John Maxwell, uno de los principales referentes del mundo en liderazgo, cuenta cuando era chico su padre les decía a él y sus hermanos ‘Hay cinco sapos y tres deciden saltar a un estanque. ¿Cuántos quedan?’. Los hijos respondían dos. Y él les decía “Quedan cinco. Decidir no es lo mismo que accionar‘”, completa.

Su historia es singular. Con larga experiencia en el ecosistema tecnológico, trabajó para aceleradoras y lideró el fondo de inversión del Ministerio de Producción de la Nación para potenciar emprendedores. También fue una de las creadoras de la ONG «Chicas en tecnología», armó una academia de negocios y productividad por la que pasaron 18.000 alumnos y hoy tiene una consultora que brinda asesorías de alto nivel para empresas.

Pero muchos de esos consejos que transmite a los empresarios son los que también baja a su comunidad con más de 600.000 seguidores en Instagram y 124.000 en YouTube, en “Pasá a la acción” (su podcast con más de 1,3 millón de reproducciones en Spotify) y en Cortito, el newsletter que manda cada domingo a la tardecita a sus 55.000 suscriptores. Como para cambiar la depresión del fin del fin de semana por una perla de motivación para arrancar el lunes.

También dio más de 200 conferencias (incluidas dos charlas TED) y acaba de publicar su libro, también llamado “Pasá a la acción” (Planeta). En él, plasma la formación y la experiencia que fue haciendo en el campo del emprendedurismo, el desarrollo personal y los hábitos para establecer un método. El que transforme la decisión en acción.

–Los hábitos se convirtieron en uno de los temas del momento. ¿Por qué?

–Desde la pandemia hubo una gran toma de conciencia sobre la vida que se está viviendo. Y estamos atravesando tiempos de mucho cambio. Cuando el mundo cambia, nos genera, ansiedad, incertidumbre. Estamos habitando una nueva realidad y ahora se viene una aún más diferente con todo lo que es la inteligencia artificial. Por otro lado, hay tantas personas volcadas a los hábitos porque las redes sociales también te están vendiendo una perspectiva de cómo debería ser tu vida y qué cosas estás haciendo y qué no.

Sofía Contreras cuenta que limitó WhatsApp y el uso de sus redes sociales. Foto Martín Bonetto

–Y por más que hagas todo lo que dicen en las redes sociales, siempre hay algo que no estás haciendo.

–Sí, y parece que si no lo hacés, todo lo otro no vale. Hay por un lado una búsqueda muy personal de estar en coherencia con uno, y otra que viene a movernos de una forma negativa que es prestarle demasiada atención a lo que las redes nos están diciendo que es la vida que deberíamos estar viviendo. El libro es una invitación a empezar a tomar control de la construcción de tu propia vida. De la definición de lo que es el éxito para vos, de dejar de prestarle atención a lo que el mundo o otras personas te dicen, de cómo deberías vivir tu vida y empezar vos a construir lo que eso significa.

–¿Cuáles son las bases del método que proponés para pasar de la decisión a la acción?

–El primer paso es entender de dónde viene tu versión de éxito. ¿Viene del entorno? ¿De tu familia? ¿Es una versión que te dijiste a vos mismo en otro momento de tu vida y todavía seguís avanzando hacia eso por más que ya no lo querés? Desde ahí, empezar a mapear cómo se ve hacia adelante tu próxima versión de éxito. El segundo paso es escribirlo. Cuando nosotros escribimos, empezamos a dar gatillos a nuestra mente para que comience a accionar hacia ello, le estamos dando indicaciones. Muy pocas personas frenan para hacerse estas preguntas o nos las hacemos en un momento muy específico, por ejemplo qué vas a estudiar. Pero la vida se compone de las pequeñas cositas del día a día. El siguiente paso es entender cuál es tu martes cualquiera, porque la vida se compone de los martes cualquiera, no sólo de los grandes hitos. Algo importante es que los seres humanos tenemos un sesgo que se llama falacia de la llegada, y le anexamos la adaptación hedónica. La falacia de la llegada dice que cuando logres lo que te estás proponiendo vas a ser feliz: cuando tenga este título, cuando logre este ascenso. Entonces te pasas meses, años, apuntando a algo que pensás que te va a hacer feliz y que cuando llegás, viene la adaptación hedónica: dura un ratito nada más, porque todos tendemos a volver a nuestro estado base.

–¿Y cómo seguimos?

–Lo siguiente es lo que se llaman los pasos del éxito, el sistema para implementarlo en el día a día. Esto es funcionar en la vida a base de sistemas y no de metas. James Clear, el autor de “Hábitos atómicos”, lo popularizó y menos mal, porque la mayoría de las personas entiende cómo funciona un sistema versus una meta, pero le faltó entender cómo implementarlos en el día a día. Cualquier hábito puede ser desarrollado en ese sistema en una serie de pasos. El paso número uno es proyectar en lo macro, a futuro. Tomar todo lo que es prioritario para vos, que definiste en tu versión de éxito, y antes de que arranque la semana, proyectar qué es para vos prioritario que ocurra esa semana y lo marcás en tu calendario. Cuando arrancás cada día, hacés lo mismo. ¿Qué es importante que suceda hoy? Acá uno de los errores que comete la mayoría de las personas es que sobre dimensionamos lo que podemos hacer en un día.

–Llenamos el Calendar del celular de tantas cosas importantes que es imposible que entren en la vida real.

–Exacto. Vivimos vidas imposibles: no podés estar en este punto de la ciudad y después querer llegar a Microcentro y después ir a zona norte a buscar a los chicos del colegio y volver a terminar ese proyecto, y hacer tres llamadas. Entonces llegás al final del día y decís “no sirvo, no me alcanza el tiempo, soy ineficiente”. En este sistema, cuando llegás al final de un día lo que hacemos es aprender: mirás para atrás y te preguntás: ¿Por qué no llegué a hacer todo lo que quería hacer hoy? Y, porque no podía estar en Martínez y llegar a Microcentro.

–Te faltó decir que tenemos que cocinar para comer sano y mirar la serie de Netflix para tener tema de conversación en la oficina mañana. ¿Cómo decidir qué bajar de todas las cosas que no entran en el día?

–Cuando uno piensa en límites, los crea. Cuando armás tu martes cualquiera, tu mente te va a decir por qué no podés hacer eso. Porque nuestra mente, nuestro principal detractor, te va a decir siempre que no podés: porque tiene miedo, trae cosas del pasado y te quiere proteger. La primera recomendación es ignorarla rotundamente. Y en esa escritura, después vamos a contrastar sobre la realidad de lo que es posible y lo que no es posible. También te va a sorprender la cantidad de cosas que podés cambiar en tu vida simplemente por el hecho de probarlas. Pensemos que querés dejar tu trabajo, pero tenés miedo. ¿Por qué pensás que nunca vas a poder obtener cualquier otro trabajo que sea mejor que ese? La falta de acción tiene que ver con cuentos que nos cuenta nuestra propia mente. Si vos quisieras en este momento pararte sobre la mesa y empezar a gritar, podés hacerlo, nadie te lo impide. Tampoco si querés renunciar. Lo único que te lo impide es tu mente porque te creó un montón de escenarios terribles sobre lo que tenés hacia delante. Pero no te habla nunca de los beneficios de tu accionar.

–¿Cómo pasar a la acción y dejar ese trabajo?

–Vamos a suponer que estás hace 20 años y no querés estar más, pero necesitás la plata. Hay muchas opciones de caminos paralelos que se pueden empezar a probar, pero la única forma es habiendo creado una imagen muy vívida de la vida que queremos vivir y de cómo se siente esa vida, porque ahí también empezás a crear imágenes de la diferencia entre esa creación y lo que estás viviendo al día de hoy: «Si sigo acá y me voy a enfermar, probablemente mi vida no sea muy larga… ¿Qué va a pasar con mis hijos?». Bueno, vamos a testear este otro camino. Se pueden probar con cosas muy chiquitas: un proyecto paralelo o hablar con otras empresas, solamente yendo a entrevistas. Se puede empezar a probar de muchas formas diferentes. Pero el tema acá es que la mayoría no está probando y ése es el cambio de chip que tenemos que hacer. Tenemos que pasar a un modelo de ser eternos científicos testeando las cosas de nuestra vida.

Contreras con su libro. Diseñó un método de pasos para pasar de la decisión a la acción. Foto Martín Bonetto

–Con lo que decís parecería que el 100% de la posibilidad está en nosotros. Pero muchas veces hiciste un plan, y el contexto te pegó un cachetazo y te llevó puesto. ¿Cómo resetearse en esos casos?

–Hay un ejercicio en el libro que se llama pre mortem, que hacemos en el mundo emprendedor tecnológico con proyectos muy grandes, con mucha inversión. Sirve para adelantarte a todos los escenarios futuros de todo lo terrible que pueda llegar a suceder. Entonces vos te parás en este momento con la decisión que querés tomar y te adelantás en el futuro, ¿qué es lo peor que puede pasar? Todo: escenarios externos, cambios políticos, cambios sociales, catástrofes, cambios internos. Los planteamos y una vez que los planteás te podés adelantar. Por el otro lado, también hay imprevistos. Pero si sucede más de una vez, ya no es un imprevisto. Y hay situaciones que son terribles y no las vamos a poder prever. Cuando muere una persona cercana de golpe, como me pasó a mí el año pasado con mi papá. Ahí lo único que podes hacer es atravesar la situación: hacer lo mejor que puedo con lo que tengo y siendo muy amable conmigo.

–En tu libro hablás de los “no negociables” y mencionás uno que quiere todo el mundo: trabajar menos, ganar más y disfrutar la vida. ¿Cómo se consigue?

–Para mí hay que validar, lo que veníamos hablando. Hacer testeos, hacer pruebas. Cuando yo me fui del mundo corporativo, tenía ahorros, no salté a una pileta vacía. Me había hecho un colchón. Mientras armaba la consultora me había hecho una red de contactos muy grande y en el camino de mi carrera profesional había mostrado mucho cómo trabajaba. Si todo me salía mal, iba a tener ofertas de trabajo. Esto es parte también del ejercicio de Tim Ferriss (NdR: especialista en productividad estadounidense) que cuento en el libro sobre definir tus miedos en vez de tus metas. También tuve varias conversaciones con personas cercanas en las que confiaba y hacer eso me ayudó.

–También hablás mucho de la productividad tóxica. ¿Cuáles son las señales de alarma de que ser productivo no está tan bueno?

–Primero, productividad no es hacer más. El mundo piensa que ser productivo es estar todo el día con la agenda explotada. Yo me había comido ese cuento también y en ese momento me daba satisfacción. Pero estaba full enfocada solamente en el trabajo y había dejado el resto de las cosas de mi vida. El tema con la productividad tóxica, que personas como Elon Musk dicen que nadie puede cambiar el mundo en 40 horas semanales, es que está destruyendo a una generación. Mis días no son siempre perfectos, hay días que son ideales y otros que se rompen porque es humano. Pero cuando ese martes cualquiera se rompe, veo qué pasó. Es importante tener presente cómo tiene que ser para uno prioritario su día.

–¿Cómo gestionás WhatsApp y las redes sociales?

–Puedo tardar medio día o un día en contestar un mensaje. Hace muchos años que dejé de priorizar el WhatsApp. Cuando entré a trabajar en gobierno, les dije no me iban a agregar a ningún grupo de WhatsApp. No me echaron, y si querían que yo entrara a un grupo, yo no iba a querer trabajar ahí. Después lo hice con mis amigos. Me salí de todos los grupos. El tilde azul lo saqué apenas WhatsApp lo permitió, hace como diez años. No tengo Instagram en el teléfono, no tengo redes sociales a mano porque están hechas para que quieras ir, es adictivo. Y es clave la configuración de filtrado del teléfono, no dejarlo en modo predeterminado y sacarle todas las notificaciones, globitos y cualquier cosa que te haga un gatillo mental. Esto que te estoy contando lo fui construyendo en muchos años, tomando decisiones y accionando para que suceda, poniendo límites a las personas a mi alrededor y a mí misma.

–Cuando uno te escucha y te ve, parecería que todo te resulta fácil. ¿Cuáles son tus puntos ciegos?

–La gente cuando ve a alguien en redes sociales piensa que tiene la vida resuelta y que es un superhéroe, tiene superpoderes extremos y le sale todo bien todo el tiempo. Y no es así. Primero, me va muy mal en muchísimas cosas. Este año tuve que dejar ir muchas personas del equipo por un match cultural y son situaciones que a nadie le gustan. O cuando armé mi primera consultora, cerré mi primer cliente por 14.000 dólares, un proyecto de tres meses. Pero para cerrar ese proyecto tuve que tener más de 50 reuniones con un montón de personas, más toda las reuniones e iteración de esa propuesta. No es fácil esto. Hay muchísimo laburo detrás. El lanzamiento del libro lo estuvimos preparando meses. El podcast fue top dos a los dos días que lo lanzamos, pero porque hacía cuatro años que estaba creando contenido. Cuatro años rompiéndome el lomo, creando contenido todos los días. No es fácil poder hablar en público: tuve años con dolor de panza hasta que logré que me salga hablar en público sin que me duela algo. O me bajé de un escenario donde 700 personas me estaban por escuchar hablar, porque tuve pánico y subió una de las chicas de mi equipo, cuando tenía 25 años. Me expuse a 19.000 cosas y yo fracasé más veces que lo que la gente la intenta. Esa es la diferencia. Me la estoy poniendo todo el tiempo: hago muchas cosas y en esas muchas cosas fracaso en un montón y en algunas las pego.

AS

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