Teóricamente consiste en trepar y recorrer rutas de escalada que presentan distintas dificultades. En la práctica, es mucho más. Fuerza, presencia, comunidad y superación personal. Esos son los pilares de la escalada que, en los últimos años, pasó de ser una disciplina de nicho reservada para fanáticos de la montaña, a un fenómeno urbano -tanto a nivel mundial como en Argentina- que crece sin techo, especialmente entre los jóvenes.
Según el último relevamiento, ya en 2021 el país contaba con más de 120 muros de escalada activos y, aunque no hay datos actualizados, desde el Centro Andino de Buenos Aires (CABA), que cuenta con más de 15 mil socios, sostienen que en los últimos años se abrieron muchos más, de la mano con iniciativas escolares que promueven la actividad.
Surgida como una rama del montañismo, empezó a difundirse primero con la apertura de escuelas en Francia, Italia y España y, después, con la instalación de muros artificiales en las ciudades, como ambientes más codificados y estables para desarrollar la actividad antes de salir a los ambientes naturales.
Fue en 2018 que dio sus primeros pasos en el escenario olímpico en los Juegos de la Juventud en Buenos Aires, y en 2020 debutó en los Juegos de Tokio.
“Más que un deporte, escalar es un juego mental”, dice Nicolás Manfredi (26) -aunque en los muros lo conocen como Towi-, fundador del grupo de escaladores Los Cóndores, con base en Perú Beach. “Cada paso es un problema a resolver y cada decisión -desde cómo agarrarte, pararte, subir y bajar, por más pequeña que parezca- tiene consecuencias y condiciona el resultado”.
Modalidades
Cada modalidad demanda habilidades y estrategias diferentes, lo que permite que personas con perfiles y objetivos variados encuentren su espacio. Entre los principales tipos de escalada, estos cinco se destacan:
Para Florencia (22), que se incursionó en la disciplina hace ya tres años y la practica como mínimo tres veces por semana, la escalada fue un viaje de ida que cambió su cotidianeidad en el plano físico, social y emocional.
“Si te enganchás, se vuelve una adicción, de las buenas, y empieza a teñir tu vida”, dice en diálogo con el medio, admitiendo que ve texturas en cualquier pared, preguntándose si son escalables. «Ponerse en contacto con tu fuerza también es adictivo. Las primeras veces que escalás sentís que sos débil, te caés mucho. Ver que podés subir por medio de tu fuerza y de tu resistencia es muy poderoso”.
Así y todo, no duda al decir su parte favorita del deporte es el hecho de que se haga en comunidad. “El acto de escalar supone una interacción entre dos personas: un escalador y un asegurador”, explica. Y no es una interacción cualquiera. “Se necesita una confianza muy visceral. Cuando escalás, le estás confiando tu vida al que te da seguro; si das seguro, vos sos responsable por la integridad física de esa persona. Tiene que haber un entendimiento mutuo”.
Además del mano a mano inevitable que se tiene que dar para poder practicar la disciplina, la joven habla del componente social que aflora en la globalidad de cada muro. “Llegar a entrenar es una fiesta. Compartir un mate es una fiesta. El aliento que recibís es una fiesta. No sé qué hubiese sido de mi trayecto escalador si no hubiera tenido el aguante de mis compañeros de muro”.
Tanto ella como Towi mencionan que los viajes que se gestan para escalar en medios naturales -desde escapadas de fin de semana a las sierras de Córdoba hasta expediciones al Chaltén- son un componente muy característico de esta comunidad. “Hay algo de compartir el amor, no necesariamente por la montaña, pero por subir, que es muy lindo. Es único”.
Sol Candotti, preparadora física, define a la escalada como una disciplina integral -y desafiante- que combina exigencias físicas, neuromusculares y cognitivas de manera simultánea.
A nivel físico, explica que se desarrolla la fuerza de tracción, especialmente en los músculos flexores de los dedos, dorsales y zona core. “Es una fuerza que debe ser sostenida y precisa, dado que lo smovimientos se realizan con agarres pequeños y con el cuerpo suspendido parcialmente del soporte”, señala.
La resistencia muscular también juega un rol crucial. “Los músculos mantienen contracciones isométricas por tiempos extendidos, lo que genera una elevada demanda metabólica”, dice Candotti.
Por otro lado, la preparadora física habla de la movilidad articular activa y pasiva en hombros, caderas, tobillos y muñecas para ejecutar posiciones con flexiones y rotaciones en ángulos amplios. “Además de permitir alcanzar presas lejanas, esta habilidad reduce el riesgo de lesiones articulares”, indica, y resalta la coordinación visomotriz y el equilibrio dinámico, esenciales cuando los apoyos son mínimos e inestables.
En paralelo con las demandas físicas, la escalada presenta un alto componente cognitivo y emocional. “A diferencia de otros deportes donde se puede actuar de forma parcialmente automática, la escalada exige una atención plena y constante. ”Cada decisión tiene consecuencias inmediatas y perder el foco puede resultar en una caída”, enfatiza.
Este estado de concentración sostenida se asocia con el concepto de flow y fue estudiado por investigadores de la Universidad de Oxford, que concluyeron que la escalada facilita la neuroplasticidad adaptativa y la autorregulación emocional.
Concretamente, la escalada practica la regulación emocional frente al miedo, ya que el vértigo -el riesgo percibido de caída o la incertidumbre ante una presa insegura- activa el sistema límbico, particularmente la amígdala. “La capacidad de gestionarlo mediante técnicas de respiración, visualización positiva o diálogo interno es fundamental para mantener el control psicofísico”, sostiene Candotti. “Esta exposición, controlada y progresiva, constituye un entrenamiento de resiliencia poco presente en otras formas de ejercicio”.
La escalada supone un aprendizaje constante. En eso hay consenso. “Nunca la tenés lo suficientemente clara como para desentenderte”, dice Florencia. Para ella, lo que hace a un buen escalador no es la técnica o el nivel, sino la capacidad de estar 100% presente con atención y humildad.
“Es un deporte que no puede hacerse a medias. Si no estás bien descansado no lo podés hacer. Si estás distraído no lo podés hacer. Si pensás que vas a hacer lo que querés, ignorando la potencialidad de un accidente, no lo podés hacer”, agrega Towi.
“La escalada es una alegoría de la vida. Es aprender a superarte en cosas que creías física y mentalmente imposibles”, concluye Florencia. “Solo se necesita estar dispuesto a correr un horizonte de posibilidades”.