25 de marzo de 1976: la noche en que Rawson fue testigo de un crimen atroz

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La noche del 25 de marzo de 1976, Rawson fue testigo de un acto de violencia que marcó el comienzo de una de las épocas más oscuras del país. Myrddin Evans, un trabajador de 56 años, fue asesinado a tiros por efectivos de la Armada en un operativo que dejó en claro la ferocidad y la impunidad con la que actuarían las Fuerzas Armadas durante la dictadura cívico-militar. 

Esa noche a las 22:05 hs, luego de cumplir su jornada laboral en la fábrica Prenyl, Evans conducía su Fiat 600 rumbo a su casa en el barrio Tiro Federal, que estaba ubicado en el sector de la ciudad que se conoce -en la actualidad- como el área 12.

De manera ocasional, su vehículo se dirigió por detrás de un camión que transportaba alimentos para los militares que estaban situados en las inmediaciones de la Municipalidad local. Ahí comenzó una tragedia bestial y despiadada.

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María Rosa y sus hermanas luchan para mantener viva la memoria del aberrante crimen de su padre, Myrddin Evans, el 25 de marzo de 1976 en pleno centro de Rawson.

A través de la denuncia formal que hizo la familia, se expuso “al momento que Myrddin Evans regresaba a su casa desde su lugar de trabajo (ex fábrica Prenyl) y se disponía a cruzar la barrera que no cubría toda la calzada y que – en ese instante- su padre continuó su marcha detrás de un camión militar sin darse cuenta de esa barrera por encontrarse de noche y pocas luces en las calles”. 

“Esta barrera estaba puesta por fuerzas militares en las calles Roberto Jones y Vacchina, el conductor fue reducido -de inmediato- a balazos por parte de los custodios militares que estaban en los techos del Correo Argentino y otras casas más”, se agregó.

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“La exponente afirma que tiene dos testigos del hecho sucedido en ese momento, ellos son los empleados policiales Lefipán y Pauli”, señaló.

Sin una voz de alto ni tiempo para reaccionar, el jefe del operativo gritó ‘¡disparen a matar!’ y efectivos de la Armada propinaron una seguidilla de disparos contra el único conductor sin ningún fundamento.

Entre 14 y 16 impactos de bala atravesaron su auto, convirtiéndolo en un símbolo de la violencia desmedida. En esos minutos, Evans estaba consciente y esbozó unas palabras a efectivos de la Policía del Chubut que intentaron socorrerlo. Más allá de la lluvia de balas, su principal herida estaba en la ingle.

En ese momento, se abrió otro capítulo que retrató esta salvajada. El personal de las Fuerzas Armadas desplazó al personal policial en lo que demoró el procedimiento para brindarle los primeros auxilios que le habrían permitido a Myrddin llegar al hospital con alguna posibilidad para sobrevivir.

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Dicho de manera brutal: Nadie lo ayudó a salir del vehículo. Se desangró hasta morir.

“QUÉ RARO QUE TU PAPÁ NO VIENE”

En su hogar, la familia Evans vivía una noche aparentemente normal. Su esposa y sus hijos veían una película en blanco y negro en Canal 7 cuando escucharon los disparos en la profundidad y soledad de una noche devastadora.

«Qué raro que tu papá no viene», murmuró su esposa a sus hijos, presintiendo lo peor. Minutos después, la noticia llegó como un mazazo: Myrddin había sido herido.

A la altura donde se observa el auto negro frente a la Municipalidad de Rawson sobre la calle Moreno, se produjo la lluvia de balas contra el auto de Evans el 25 de marzo de 1976 a las 22:10 hs.

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Cuando su yerno llegó al hospital, ya era demasiado tarde. La vida de un hombre trabajador, padre de cinco hijos, había sido arrebatada sin explicación ni justificación.

Myrddin Evans era un vecino reconocido en Rawson. Descendiente de inmigrantes galeses, había trabajado en la colonia penal U.6, donde enseñaba prácticas agrícolas a los presos.

Era un hombre serio, dedicado a su familia y a su trabajo. Su muerte no solo dejó un vacío irreparable en su hogar sino que también sembró el miedo en una comunidad que nunca antes había vivido algo así. 

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Myrddin Evans (de camisa clara, en segundo lugar desde la derecha) era un trabajador abnegado y descendía de las primeras colectividades de galeses que llegaron a la provincia. Por curiosidades del destino, un fragmento del himno de Gales reza ‘Sus bravos guerreros / maravillosos patriotas / por la libertad dieron su sangre’.

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La familia lo recuperó casi dos años después, pero las marcas de la violencia nunca desaparecieron. 

Tampoco hubo justicia. No hubo investigaciones, ni responsables identificados, ni siquiera una mención en el libro de guardia de la comisaría. Sólo un recorte de diario que decía «Penoso suceso» y el silencio cómplice de quienes tenían el poder.

La impunidad fue absoluta. Años después, algunos soldados intentaron acercarse a la familia para hablar pero la viuda de Evans se negó

«La culpa no era del soldado que recibía la orden sino de quien la daba«, dijo con firmeza. 

Y así, el crimen quedó sin responsables ni castigo, como tantos otros durante la dictadura. 

Recién décadas después, la Comisión de Derechos Humanos reconoció el hecho y se colocó una placa en el lugar donde ocurrió el asesinato. Pero para la familia, eso no fue suficiente.

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Placa en memoria de Myrddin Evans inaugurada en el 2009. A la memoria, hay que cultivarla con acciones concretas en las escuelas para que los jóvenes tengan presente esta historia.

Myrddin Evans no fue solo una víctima más. Su muerte fue un mensaje claro para la población: nadie estaba a salvo.

Su historia, contada con dolor pero también con valentía por su hija, es un recordatorio de la crueldad de un régimen que no dudó en arrebatar vidas en nombre de una dictadura brutal y despiadada. 

“HABLAR DUELE PERO CALLAR DUELE MÁS”

La sangre de Evans, endurecida en su ropa y guardada en un bolso que le devolvieron a su familia, es un símbolo de la brutalidad que no puede ser olvidada. 

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Su historia es una herida abierta, un grito silenciado que resuena en cada rincón de Rawson y en el corazón de quienes lo amaron. 

Mensaje contundente para concientizar sobre un crimen aberrante e inexplicable.

Como bien dijo una de sus hijas, María Rosa: «hablar duele pero callar duele más». Y en ese hablar está la esperanza de que nunca más se repita tanta injusticia.

El crimen de Myrddin Evans no fue solo un acto de violencia individual sino el preludio de un terror sistemático que se extendería por todo el país. 

Su muerte, ocurrida apenas horas después del golpe de Estado del 24 de marzo, fue una muestra de lo que vendría: un régimen que no dudaría en usar la fuerza para imponer su orden en ejercicio de un ‘terrorismo de Estado’.

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Hoy, su memoria es un llamado a no olvidar para no permitir que el silencio cubra la verdad. Porque, como bien saben los sobrevivientes, la justicia tarda, pero la memoria resiste.

La poesía de María Rosa «No volverán» para elaborar el dolor y convocar a una ‘juventud expectante’ para conozca la historia reciente de la ciudad.

Cada vez que se cumple la fecha, María Rosa, revive estos momentos y se expresa en una poesía.

A uno de esos textos, le colocó el título ‘No Volverán’: No volverá esa luna cargada de farolas enmarcando a esa niña de la plaza / no volverán los días ni la magia porque vuelve el recuerdo por las noches cuando mija con su lluvia la nostalgia / no volverán autores de la muerte porque en la quietud de muchos pueblos que dejaron sus ofrendas para que nadie pueda pisotear nuestros derechos y adueñarse de las vidas.

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Hoy algunos viven contando lo que creen sus proezas y no cuentan en verdad cómo lo hicieron, a la luz verdadera de los hechos. No volverán porque no pudieron ni podrán acallar nuestras fervientes discusiones, ni distintos pareceres ni aún con nuestros silencios elegidos.

Porque esparcida ésta, una juventud expectante que brota permanente de ilusiones y lleva impregnada nuestros sueños.

Hoy más que nunca, aunque no podamos abrazar lo que perdimos, no volverán, no volverán.

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